Empecé a practicar yoga en el 2013, sin saber que existían varios estilos.
Solo sabía que los lunes iba a una clase con la señora Ana, y ahí sentía algo especial, algo que me hacía bien.
Después fui conociendo otros espacios, otros maestros…
y noté que cada clase era distinta.
Un día encontré el Ashtanga, y por varios años fue mi disciplina, mi ritmo, mi hogar, lo que necesitaba.
Otro día conocí el Kundalini, que me sacudió por dentro de una forma completamente nueva.
Con el tiempo llegaron más caminos:
el Vinyasa, el Yin, el Budokon, el Nidra, el Strala, el Jivamukti…
y cada uno me dejó una forma distinta de habitar mi cuerpo, de respirar, de mirar hacia adentro.
En 2017 hice mi primera formación en Venezuela.
Y más tarde, una certificación de Hatha Vinyasa.
Pero más allá de los títulos, lo que siempre se quedó fue la práctica en mi alfombrita mágica.
Constante, cambiante, honesta.
Hoy no creo en un solo tipo de yoga.
Creo que el yoga es como el agua.
Y que siempre hay una forma para lo que necesitás ese día.
A veces firme, a veces suave.
A veces silencio, a veces fuego.
A veces solo estar.
Horarios
Lunes - 18:30
Viernes - 9:45